Ante las situaciones cotidianas, la mente humana siempre responde de dos maneras muy básicas. La paralización y la acción.
La mayoría de las veces ante una dificultad de cualquier tipo, ya sea laboral, familiar, social, siempre tenemos al lamento. A quedarnos quietos por un rato lamentando lo que nos esta pasado, culpándonos de lo sucedido, incluso buscando el motivo fuera de nuestro propio comportamiento y echándole la culpa a alguien de lo que nosotros hemos hecho. Con este camino solamente nos convertidos en seres víctimas, seres que no aprenden de momento, y solamente nos regodeamos en ese mal llamado error.
Nos estancamos, y nos quedamos quietos, mirando a ver quién viene a darnos la receta maestra para solucionar nuestra vida. Nos sentimos inseguros, sin decisión, sin armas para afrontar una situación que nos parece irremediable o que nos la hemos buscado. Todo este planteamiento es antiguo, como si no pudiéramos revertir la situación. Como si en esta vida el papel de mártires nos viene determinado.
NO ES REAL, LA MENTE ACTÚA SEGÚN NUESTRO PROPIO PLAN.
Ante cualquier adversidad, debemos enfocarnos en salir de ella, en buscar caminos y soluciones que nos hagan abandonar lo antes posible eso que parece un error y es simplemente una lección que debemos superar.
Si reaccionamos con LA ACCIÓN, comenzamos a barajar alternativas conocidas por nuestra experiencia vivida o arriesgamos en aventurarnos a conocer nuevos caminos, la problemática desaparecerá con mayor rapidez. Porque ponemos todas nuestras capacidades mentales en alerta para salir de ese asunto. Porque si nos caemos activamos todos nuestros recuerdos en ponernos de pie en el menor tiempo posible.
Y es importante hacer esa reflexión sobre las acciones porque queridos amigos, la vida solo es una y tiene buenos y malos momentos, pero tenemos que exprimirla y aprovecharla. Quedarse a llorar no es el camino, buscar soluciones es una fórmula más inteligente de actuar.
Siempre ante lo que nos perturba, aceptar que sucedió como sucedió, y que podemos y está en nuestras manos que no vuelva ocurrir y que aprendimos de ese mal rato, y sobre todo cuanto tiempo nos llevó resolverlo.
Si porque nuestro máximo valor está en el tiempo, y quedarnos parado en lamentos no va hacer que las cosas cambien, demos el valor a nuestro tiempo y aprovechemos para disfrutar más y lamentarte menos.